Sobre todo transelectoral.
ATISBOS ANALITICOS No, 115 –DIRECTOR HUMBERTO VÉLEZ RAMIREZ.
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Primero: una hipótesis orientadora: tras los resultados electorales del pasado domingo 30 de mayo cuando los grandes triunfadores fueron, primero, Uribe y los Uribismos, segundo, todo el lodo moral del octoenio, tercero, la residualidad de la política social y, cuarto, la reafirmación de la opción de terminar la guerra haciendo más guerra, en la presente coyuntura a la oposición democrática – de distintos modos y con diferentes alcances antiuribista- no parece quedarle más que una salida positiva: la dificultosa construcción de una alianza programática entre el “no todo vale” de la legalidad y la eticidad y el “todo lo que sea democrático vale” en tratándose, como suelen decir los abogados, de los esfuerzos por darle forma a lo social mediante una gestión social estatal robusta, avanzada e imaginativa.
Estamos hablando así de una revolución, cultural y social, de una alianza político ciudadana manejada en una doble dirección: en lo estratégico para impedir la instalación definitiva de la segunda República autoritaria que ha habido en la historia política colombiana ( por eso el adversario es Santos, no sólo electoral sino, sobre todo, político) y, en lo táctico, aprovechando la coyuntura de la segunda Vuelta en la que la victoria será muy dificultosa aunque no imposible, para empezar a aunar inteligencias, voluntades y acción colectiva tras el propósito de mediano plazo.
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Adelantemos ahora algunas ideas sobre los triunfadores: de un lado, Uribe interviniendo en política no general y válida sino eleccionaria, y, del otro, los Uribismos, sobre todo el Santos de la U. llegando a 6.7 millones de votos tras iniciarlos con cuatro millones de votos cautivos (familias en acción, familias de guardabosques y redes de informantes), que las casas encuestadores de mayor tradición técnica (Galup y Napoleón Franco, sobre todo) no atisbaron en sus respectivos muestreos.
Al hablar de estos primeros y más importantes triunfadores, no podemos olvidar que si bien Uribe con la decisión de la Corte sufrió una dura e inhibidora derrota política, sin embargo, los logros disfuncionales y perversos de su política autosuficiente de Seguridad democrática se encuentran ahí, vivitos, activos y actuantes, como parte central de las nuevas y recientes realidades políticas de la sociedad colombiana.
Muchos han imaginado por estos días que ellas ya han desaparecido porque un nuevo mago ha amenazado con rociarlas desde lejos con agua bendita.
Pero ahí siguen a la vista de todos, un conjunto de fenómenos que han sido los que, aunados, han dado lugar a lo que hemos llamado segunda República autoritaria. Recordemos algunos,
1. La alianza cogubernamental, sobre todo en los niveles locales y regionales de la acción del Estado, entre una forma autoritaria de Estado y el paramilitarismo mafioso;
2. la permanente y ya fracasada reafirmación de terminar la guerra haciendo más guerra;
3. La militarización, real y simbólica, la vida vida civil y social;
4.la profundización de la inequidad social en uno de los países más inequitativos del mundo;
5. La gestación de una Cultura de violencia revalizadora, entre la niñez de 8 a 12 años, sobre todo, del síndrome del enemigo; y
6. Los avances objetivos en el proceso de diseño de un Estado comunitario (rara avis, que es una mezcla de neoliberalismo y de una concepción y una práctica individualistas de la ciudadanía).
Pues bien, fueron las realidades asociadas a esos fenómenos más cuatro millones de votos cautivos más el ejercicio de las prácticas perversas históricamente asociadas a la historia de nuestra democracia de representación más el accionar eleccionario de un Uribe a quien las malignidades que se le atribuyen, todavía no le han arrebatado “lo que tiene de divino”, como dicen las señoras, las que, aunadas, hicieron vigorosa presencia el pasado domingo para determinar un nuevo triunfo electoral de Uribe y sus “criaturas”, vale decir, el triunfo electoral de la que hemos llamado segunda “Regeneración” o, mejor, segunda República autoritaria.
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En definitiva, la colombiana continúa siendo una sociedad inmaculadamente conservadora, amante empedernida de sus verdugos y de sus miserias, verdugos y miserias a las que, cuando se les corre la máscara, con benevolencia denomina “salvadores” en el primer caso y “voluntad del cielo” en el segundo.
Entonces, como lo ha concluido en dos oportunidades “El Estudio mundial de Valores”, la colombiana se encuentra entre las sociedades más conservadoras del planeta tierra, no obstante, que, en la última década, la juventud, los cibernautas menores de 21 años, los que son sensibles al discurso de la sostenibilidad y del calentamiento global, hayan iniciado una ruptura con la generación intermedia (la que, queriendo salir de la pobreza, se fue por las avenidas ‘fáciles’) y, sobre todo, con la generación adulta por encima de 50 años.
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Pero, ¿Quiénes más salieron triunfantes tras la primera vuelta? Pongámoslos en fila y en orden de éxitos. En primer lugar “Uribito”, quien desde la Convención conservadora se quedó “callado” y como fuera de ring, pero “triunfador”, pues puso sus fichas al lado de Santos.
En segundo lugar, Vargas Lleras, el uribista que tuvo el valor de criticar a Uribe por aferrado al poder y que lideró un movimiento que se mueve entre Uribe, la disidencia liberal y el voto de opinión. Le quitó a Mockus el voto de opinión cercano a un uribismo moderado.
Y en tercer lugar, Petro, quien, prisionero de las contradicciones del Polo, sólo un mes antes se puso donde desde el principio debía haber estado, cultivando, animando y sensibilizando el voto de la izquierda democrática. Por su parte, también le arrebató a Mockus el voto de opinión sensible al discurso de la equidad social.
Por otra parte, los grandes derrotados fueron los oficialismos conservador y liberal, es decir, el clásico y tradicional bipartidismo en su momento histórico más elevado de crisis electoral.
Al haber acaecido así, existen soportes empíricos suficientes para fundar la hipótesis de que estas elecciones expidieron el certificado de defunción del clásico bipartidismo, nota central en la historia del régimen político colombiano.
Pero, avancemos otra hipótesis, en esta coyuntura, nuestro sistema político- con la excepción del PDA y de Cambio Radical, que son esbozos de partidos en construcción- es un régimen en el que ese actor político central colectivo llamado partido político se encuentra reducido a su mínima expresión histórica.
Podríamos decir que se trata de un régimen político en transición. Así cuando los dos llamados partidos que sacaron 11 millones de votos, el 72% del voto practicado, no son más que dos montoneras, catedralicia la de Santos y, de todas, maneras, muy enorme la de los Verdes.
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EL partido de Santos, ha sido enhebrado con una importante disidencia liberal de extrema derecha, con una masa de cuatro millones de pobres cautivos y con un importante voto de opinión definidamente conservador. Algo, entonces, muy gaseoso, volátil y resbaladizo. El que lo cohesionó de nuevo, fue Uribe.
De Santos, en cambio, que nunca ha evidenciado la regularidad ideológica del ya tocado Mesías, “muchas cosas distintas” se pueden esperar hasta la que se salga de los carriles uribistas si ello sirve a sus propósitos políticos. Respecto a una persona que piensa que es de estúpidos no cambiar en lo ideológico político cuando cambian las circunstancias, es nada lo que se puede prever.
De todas maneras, Santos, en contraste con Uribe que no es más que un exitoso campesino antioqueño, es una ficha querida de la burguesía y del pentágono. Por lo tanto, de él se pueden esperar sorpresas, aunque no intuimos en qué dirección, pues una cosa es mirarlo con lentes uribistas y otra cosa con los de los intereses estratégicos del establecimiento.
Pero sea lo que sea, Santos, en lo electoral, pero, sobre todo, en lo político, es el adversario estratégico.
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Mockus, en cambio, para unos, es el líder de una necesaria revolución cultural y, para otros, en cambio, siendo éste nuestro caso, es el dispositivo que el establecimiento requiere para limpiar y lavar y tornar decente la Seguridad democrática.
De todas maneras, funcionando por las dos vías de acuerdo con las necesidades de la campaña, no es más que un adversario táctico con el cual se pueden construir acuerdos. Durante buena parte de la primera vuelta, medio millón de jóvenes cibernautas, una amplia fracción de intelectuales y las clases medias le inyectaron el carácter de un enorme fenómeno de opinión muy cercano al de Uribe.
Esto no obstante, sin la inteligencia y la cancha políticas de Uribe y producto de sus propios errores, entre ellos el del abuso intensivo de lo simbólico y el de tener buenos principios sin programa, terminó siendo un fenómeno de frustración electoral para esos amplios sectores cercanos al ideario del “no todo vale” no obstante sus 3.2 millones de votos.
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De todas maneras, más que alrededor de Mockus o del mismo Petro, la señalada alianza programática electoral, pero, sobre todo, transelectoral debe girar alrededor de todo el potencial democrático de los Verdes, de la fracción liberal liderada por Pardo y Piedad Córdoba, de los ‘Independientes’ sensibles a los discursos de ciudadanía, de justicia social y de negociación política del conflicto armado, del PDA, del segmento crítico y contestatario de los abstencionistas y del actual Movimiento social colombiano en el que los pueblos fundadores de la nación colombiana, indígenas y negros, sobre todo, deben ocupar un lugar central.
Debería tratarse del Frente Popular del Bicentenario dispuesto a librar, en las elecciones y más allá de ellas, las más vigorosas luchas democráticas orientadas al objetivo estratégico de la construcción de una República democrática más allá de lo estrictamente electoral.
Entonces, si Mockus y los verdes no le quieren jalar a inyectarle una buena dosis de revolución social a su revolución ciudadana, entonces, que pasemos por la segunda Vuelta dejando EN LAS URNAS UN GIGANTESCO VOTO EN BLANCO…que trascienda a una vigorosa oposición al primer Gobierno de Santos.